domingo, 7 de diciembre de 2008

El día en el que me hice adulto


Allí estábamos, aquella tarde lluviosa de Domingo, en aquella estación de autobús, rodeados de estudiantes que se despedían de sus familias, ajenos q lo que nosotros estábamos apunto de vivir. Ella decía que no era mi culpa, que no era yo sino ella, que no me merecía. –Algún día encontrarás a alguien- Decía. –Que te quiera como te mereces-. Hablaba y hablaba, tratando de consolarme, pero era incapaz, pues en aquel momento no habría nada en el mundo capaz de calmar mi llanto, porque yo solo quería oír lo único que ella jamás me diría, y por mas que gritaba, lloraba y gemía, no lo conseguía. Allí estábamos, una pareja aparentemente normal, justo antes que ella me destrozara la vida, de que aquél autobús la arrancara de mí para siempre; pues aunque solo fuera a recorrer unos pocos kilómetros que podía contar con los dedos de mi mano, por mucho que me costase admitirlo, en el fondo sabía que aquello era el fin. Cuando se hubo marchado, y después de llorar incansablemente durante varios minutos, en los cuales tan solo pude desear la muerte, me calmé. Toda esa gente que me miraba impactada, sin atreverse a decirme ni una sola palabra, se extrañó al ver como me secaba las lágrimas con la manga del jersey, y luego sonreía tímidamente. Pues me había dado cuenta que aquel doloroso final no era más que el principio de otro camino, y que no podía mirar atrás, y es que la vida es simplemente eso.

No hay comentarios: